En
nuestro Madrid siempre cambiante y aún poco estudiado, no hay tema
que se pueda dar nunca por cerrado y desde luego éste no lo está.
En concreto, en la Tertulia madrileña a la que asisto (la del Osorio
y el Madroño), al tratar sobre el tema de la Inquisición surgieron
diversas dudas sobre la existencia de la Cárcel, su cronología, o
sobre el uso de los cubículos del sótano, que algunos supusieron
que fueran almacenes o cuadras.
Esto
me obligó, con la inestimable ayuda de varios contertulios, a dar un
paso adelante consultando nuevos datos e informaciones no disponibles
cuando redacté la entrada inicial. Con estos nuevos datos, y porque
los juzgo relevantes, he creído oportuno abordar estas
elucubraciones, con
la esperanza de que respondan a la primera acepción de la RAE:
Elaborar
una divagación complicada y con apariencia de profundidad, y no
a la segunda: Imaginar sin mucho fundamento. De momento, lo de
la profundidad me lo asegura el que estemos hablando de un sótano.
De
entrada, entiendo que de los supuestos usos de los cubículos,
el de almacén, lo creo rechazable porque su diseño que lo haría
inadecuado. En cuanto al hipotético uso como cuadras, invito a ver
en directo las escaleras de acceso, para considerar la imposibilidad
de que los animales pudieran bajar y subir por ellas.
Por
el contrario, todo lo referente a la existencia de la Cárcel de la
Corona, su ubicación y su cronología es mucho más peliagudo y
aconseja reflexionar sobre todo ello.En lo que atañe a su
existencia, en la entrada inicial ya quedó establecida y documentada
que la figura de un lugar en el que recluir a los eclesiásticos que
hubieran incurrido en delitos civiles, en los que la Inquisición no
tenía competencia, y en el que no tuvieran que compartir su
cautiverio con delincuentes seglares, se materializó en el concepto
de “cárcel de la corona”.
Es
muy posible que se creara una Cárcel de la Corona con anterioridad
del establecimiento de la Corte en Madrid, en 1561, por lo que esa
primera referencia que encontré, datada en 1556, que implicaba a
Santo Tomás de Villanueva, me pareció que tal vez estuviera situada
en Valencia.
Por
el contrario el suceso del falso y sacrílego sacerdote, que sucedió
el 20 de septiembre de 1621, tuvo ya lugar en la Cárcel de la Corona
en Madrid. La Corte se había ido instalando en la nueva Capital, con
todas sus instituciones, y una de ellas sería esta Cárcel
Eclesiástica.
Sin
embargo resulta sorprendente que Teixeira sólo se refiera a las
cárceles de la Corte y la de la Villa, sin mencionar la de la
Corona, y en la calle de la Cabeza, esquina a Lavapiés, sitúe un
caserío sin ninguna particularidad.
¿Se
trata de una laguna de don Pedro, de las que no abundan en su
Topografía, pero que
existen, o de que la Cárcel no estaba ubicada en esa calle cuando él
estuvo recogiendo minuciosamente la información?
Llegado
es el momento de mi primera elucubración:
Veamos,
considero que el número de eclesiásticos convictos de un delito
común y condenados a prisión, no debía ser muy elevado. Tampoco lo
sería, lógicamente, la guarnición destinada a su vigilancia,
control y mantenimiento, por lo que no se necesitaría un
”alcalá-meco” para alojarlos. Cualquier caserón de la época
podría servir para ello. Tampoco tendría por qué ser nada
llamativa la vigilancia de la puerta, ni necesitar garitas de
guardia, por lo que a Teixeira y al equipo que le ayudara podría
haberles pasado desapercibido el local.
Como
se comprobará poco más adelante, el caserón en donde está
comprobado estuvo la Cárcel era un local no muy grande y,
seguramente, sin elementos distintivos en el exterior. Cierro esta
primera elucubración admitiendo que hasta el primer cuarto
del siglo XVIII, la discreta Cárcel Eclesiástica pudiera estar en
cualquier otra ubicación, tal vez cercana a las de la Corte o la de
la Villa, para aprovechar “sinergias”.
Antonio
Pando y Sabugal
A
partir del catastro del Marqués de la Ensenada de 1750, la
información sobre la zona que nos ocupa, y en concreto sobre la
manzana 40, empieza a ofrecer luces y datos con cierta fiabilidad
Esa
manzana 40 está limitada por las calles de la Cabeza, la de
Lavapiés, la del Calvario y la del Olivar, y dentro de ella
deberemos prestar especial atención a los locales del 12 al 16.
Ese
catastro nos informa que Antonio Pando y Sabugal había adquirido los
locales 13, 14 y 15, y que una parte del 12 pertenecía a la Compañía
de Jesús. Dejo aquí este tema para retomarlo un poco más adelante.
Sobre
las tres parcelas de su propiedad, Don Antonio pide autorización al
Ayuntamiento, en febrero de 1951 para construir un edificio, una
especie de palacete, diseñado por Thomás Bueno, con su fachada
principal en la calle de Lavapiés.
Resulta
evidente que, por razones que no he podido conocer, Pando y Sabugal,
debió desistir de esa iniciativa y la manzana 40 evolucionó al
margen de tan hermoso proyecto, pero hay algo en él que resulta más
que procedente a los efectos de la cárcel que estamos estudiando.
En
la memoria se nos informa, con todo tipo de detalle, que el local 15
de la manzana limita con las casas que sirven de Cárcel que
llaman de la Corona, y que entre la esquina de la Cabeza con
Lavapiés y dichas casas hay ochenta y tres pies, es decir unos 23
metros, que es la longitud de la fachada del actual CMM Antón
Martín.
Había,
pues, en la calle de la Cabeza “unas casas” en las que estaba la
Cárcel de la Corona de cuya existencia también dan testimonio los
planos de J. Andrews (1771) y de Tomás López (1785)
Tomás Lópes Vargas Machuca, 1785 |
Unos
años después, en 1800, Fausto Martínez de la Torre, en su Guía de
Madrid enumera las tres cárceles de la Capital: la de Corte, la de
la Villa y la de la Corona o Eclesiástica, situándola en la casa
16 de la manzana 40.
Fausto Martínez de la Torre, 1800 |
Una
pequeña recapitulación permite establecer que la Cárcel estaba en
la manzana 40, al menos en la primera mitad del XVIII, y las casas en
la que estaba alojada, eran aledañas a la parcela 15. Como quiera
que la Guía de Madrid habla de la parcela 16, cabe pensar que, en
algún momento se unieran dicha 16, que era muy pequeña según el
catastro, con la parte de la 12 que daba a la calle de la Cabeza,
unión que tal vez fuera facilitada por la antes citada propiedad
compartida por la Compañía de Jesús.
Pero
¿y las mazmorras?
No
repito aquí el resto de datos incorporados en la entrada original,
ya que estoy centrado en aquellos que han dado lugar a algún tipo de
reserva o duda, y la principal de ellas es que las mazmorras, que
tanto morbo y tanta curiosidad producen, están situadas bajo la
parcela 15, hoy CMM Antón Martín, y no bajo la 12 o la 16, que eran
las casas en la que el alarife situaba la cárcel, en la memoria de
1751.
Un
dato a tener en cuenta es que en el Catastro actual, las fincas 16 y
18 de la calle de la Cabeza, no se registra nada bajo rasante,
mientras que en el número 14, el CMM, sí.
Este
es el momento adecuado para formular la segunda elucubración:
En
algún momento de los primeros años del siglo XIX, esas casas 16 y
18 debieron considerarse inadecuadas para seguir albergando la Cárcel
Eclesiástica, y no habiéndose construido el proyecto de Pando y
Sabugal, se trasladó al actual número 14, que era la unión de las
parcelas 15 y 14 de la manzana 40. Además de la adecuación que se
hiciera del edificio para su nuevo uso, se construyeron las mazmorras
en el sótano de la esquina de la Cabeza con Lavapiés (si no habían
construidas con anterioridad).
Voy
con mis complicadas divagaciones, con apariencia de profundidad,
basadas mayoritariamente en el luctuoso suceso del asesinato de
Matías Vinuesa, el cura de Tamajón, ocurrido
el 4 de mayo de 1821, y en
concreto sobre la base del
relato de Benito Pérez
Galdós, en El
Grande Oriente, de 1876. No
resulta fácil encontrar mejor y más fiable valedor.
Don Benito dice:
Nuestra
narración nos lleva ahora a la citada calle y a uno de sus edificios
más antipáticos y más feos: la cárcel eclesiástica o de la
Corona, que estaba en la esquina de la calle Real de Lavapiés, y que
todavía existe, aunque destinada a cuadras o cocheras. Un portalón
daba entrada al patio, que no había sufrido variaciones esenciales y
tenía en dos de sus lados columnas de piedra para sostener la crujía
alta. Las prisiones estaban en el piso bajo y en los sótanos, y
consistían en calabozos inmundos, algunos con rejas a la calle. Dos
puertecillas abiertas a un lado y otro del zaguán indicaban el
cuerpo de guardia y las habitaciones de algunos empleados de la
cárcel. Todas y cada una de las partes del edificio, dentro y fuera,
arriba y abajo, ofrecían repugnante aspecto de incuria, descuido y
degradación.
He resaltado en negrita lo de la esquina a la Real de Lavapiés, para disipar cualquier tipo de duda sobre la ubicación y confirmar que hubo un traslado desde los actuales números 16 y 18, al 14. No resulta difícil identificar el resto de lo descrito por Galdós con la estructura actual del Centro de Mayores, salvando su magnífico aspecto actual que ha sustituido a las inmundicias a las que se refiere el narrador de los Episodios Nacionales, con una única excepción que ha llamado mucho la atención de uno de mis contertulios: Las dos columnas de piedra para sostener la crujía alta.
Recurrí, de nuevo, a Carmen Gil Torres, arquitecta responsable de la rehabilitación del local, quien amablemente ha afirmado no saber nada de tales columnas; el único argumento “sensato” que se me ocurre al respecto es que desde que el local dejara de ser utilizado como cárcel, en la primera mitad del siglo XIX y pasara a ser, primero cochera y cuadras, como dice Galdós, para luego ser corrala, sufriría continuos cambios y expolios, que pudieron ser causa de la eliminación de las columnas, como lo fueron de la reutilización de las puertas, a las que me refiero en la entrada original.
Si he calificado lo anterior de “argumento sensato” es porque existe otro claramente “insensato”, pero con algún picante, como es el de que Galdós viera columnas masónicas por todas partes…, pero esto es una broma que me permito en el centenario de su desaparición.
Total, que nos quedamos con la Cárcel Eclesiástica ubicada donde está el CMM Antón Martín, con las mazmorras en la esquina noroeste de la manida manzana 40. Por cierto, uno de los respiraderos tiene su salida a la calle de la Cabeza y es fácilmente observable. El otro, tiene la salida en en zaguán de entrada, en la zona en la que está ubicada la recepción del Centro, provocando el fríos y escalofríos a quienes allí nos atienden con amabilidad.
Elaboración propia |
De ser así, ¿cuándo creó los calabozos? ¿Sería hacia 1800 o incluso antes, aprovechando la vecindad de la Cárcel de la Corona? No tengo datos sobre la propiedad y uso del local 15 de la manzana, una vez que Pando y Sabugal abandonara su proyecto de palacete, y podría haber sido comprado y dedicado para fines penitenciarios por quienes corresponda. Puede ser.
Y hasta aquí han llegado mis reflexiones, puntualizaciones y elucubraciones a día de hoy. ¿Seguirá?
Con gusto agradezco lo comentarios de mis contertulios, y en especial los datos proporcionados por Pablo Linés.
Hola Rafael! ya han pasado más de 10 años que escribiste esto pero acabo de leerlo por cosas de la vida ya que estoy a punto de mudarme al actual número 18 de la calle de la cabeza y definitivamente tiene un sótano abovedado bastante similar a las mazmorras pero de dimensión superior, te dejo un enlace para que lo veas por tí mismo: https://www.pisos.com/alquilar/loft-centro_embajadores_lavapies28012-48404910018_109800/
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