La
escasa importancia artística y arquitectónica de la reutilización del pedernal
en la Cuesta de los Ciegos, únicamente un muro que actualmente sólo interrumpe
la cuesta, me permite, no obstante, saldar dos deudas: una con San Francisco de
Asís y otra con mi niñez.
Por
supuesto, en el plano de Texeira no existe edificación alguna en la zona de la
Cuesta de los Ciegos por lo que reutilización del pedernal es un hecho
posterior al amplio periodo que cubren la mayor parte de los edificios
religiosos y civiles reseñados en otras entradas, y que coincide
de forma muy aproximada con el Siglo de Oro. Cronológicamente debe encontrarse
cerca de algunos de los usos urbanos recogidos, como los muros de la Cuesta de la
Vega o las viviendas de la Costanilla de San Andrés, en la Plaza de la Paja.
Lo
que encontramos en la actualidad es el pedernal de la muralla (si mi hipótesis
es cierta) formando un muro de contención de unos 30 metros de longitud, con
orientación este-oeste, que en su extremo este, el que limita con las
Escalerillas, está rematado con bloques de granito y pedernal de textura y
origen distintos del de la muralla.
Pero,
ahora, antes de formular mis propuestas sobre la aparición del pedernal en
medio de la Cuesta, debo hacer frente a mis deudas, empezando con San Francisco,
de quien me declaro fan (tal vez lo correcto sería devoto) ya que entiendo que
se trata del hombre que mejor entendió y asumió la parte más heavy y rompedora del mensaje de Cristo:
la renuncia a las riqueza y el amor al prójimo. Por eso, me sabía mal que la
reutilización del pedernal no se hubiera hecho presente en ninguno de los tres
monumentos franciscanos que han llegado hasta nuestros días: La Capilla del
Cristo de los Dolores, el Hospital de la VOT y, sobre todo, la Basílica de San
Francisco el Grande. En efecto, en ninguno de estos tres edificios existen
vestigios visibles de pedernal.
Pienso,
o quiero pensar, que la iglesia del convento que aparece en el plano de Texeira,
que se derribó para construir la actual Basílica, sí que podría haber recibido
el pedernal ya que se construyó en plena zona y época de reciclado, pero no
tengo constancia de ello, y poco más hay que decir al respecto.
Pero
no obstante ese muro con pedernal en mitad de la Cuesta de los Ciegos, me da
pié para hablar de Francisco de Asís, puesto que la Cuesta da testimonio de su
paso por Madrid. Para ello hay que empezar echando la vista atrás…, muy atrás.
La Cuesta es la ladera norte de los declives que rodean la colina de Las
Vistillas, por los que se vertían las aguas de escorrentía en el arroyo
Matrice. No es difícil suponer que tendrían su correspondiente vegetación, que
algunos imaginan integrada por un bosquecillo de madroños, lo que resulta bucólico
y muy representativo.
Pues
bien, entre los años 1214 y 1217, Francisco de Asís debió pasar por este ameno lugar
y algo le empujó a hacer lo que venía haciendo desde años, fundar una comunidad
de seguidores y levantar un oratorio en honor de la Virgen. Francisco estaba
empeñado en convertir a los musulmanes al cristianismo, pero una enfermedad le
impidió viajar a Marruecos en 1213. A cambio decidió peregrinar a Santiago y a
su regreso hizo un alto Madrid, como quiera que se llamara entonces. Francisco
encontraría, además de cristianos devotos, un buen número de musulmanes a los
que intentar convertir, no sólo en la colina donde se instaló sino también en
la cercana morería.
Pero
además de su apostolado, a San Francisco le dio tiempo a mediar en la curación
milagrosa de uno o varios ciegos, que pasaban o habitaban en el lugar, lo que
de inmediato se incorporó a la más profunda tradición popular y originó el
nombre de la Cuesta. Por cierto que lo que hoy conocemos como Las Vistillas, en
los tiempos del plano de Texeira eran las Vistas de San Francisco, que
seguramente ya tenían justa fama por sus hermosos atardeceres, rivalizando con
las Vistas de la Puerta de la Vega, al otro lado del barranco de la Calle de la
Puente.
Y
ahora voy con la deuda relativa a mi niñez, que tiene mucho que ver con el otro
nombre con el que se ha denominado este rincón de Madrid: “la cuesta de
arrastraculos”. Soy “vistillero”
de nacimiento y de vivencias, por lo que mi culo fue uno de los que se arrastró
por esa cuesta, con gran desgaste de pantalones y zapatos y el consiguiente
pesar de mi madre y mi padre.
Los
chicos del barrio jugábamos en el lado izquierdo (según se baja) de la cuesta,
ya que el derecho nos estaba vetado por alguna razón concreta que no recuerdo
en detalle, pero que creo tiene que ver con una especie de cueva que había en
ella y, más en concreto, con quienes la habitaban, aunque sólo fuera
esporádicamente. Cuando tocaba tirarse por la cuesta el más afortunado era el
que disponía de una lata de galletas maría convenientemente aplastada: era un
deslizador perfecto que protegía la ropa y permitía alcanzar velocidades
apreciables.
Además
del deporte del deslizamiento, según cual fuera el momento de la temporada, las
cuestas nos proporcionaban un barro muy arcilloso con el hacíamos figuras, que
creo intentamos cocer en alguna ocasión, con fuerte resistencia, una vez más,
de mi madre.
¿Y
qué hace aquí este muro? ¿Qué función tenía? He de confesar que, al respecto,
sólo puedo formular algunas conjeturas. Para ellas me he basado en una foto de
los años 40, que he encontrado en una página de Ediciones La Librería[1], y en su
comparación con otra que he realizado personalmente, intentando reproducir el
mismo enfoque.
El
análisis de esas fotografías me ha exigido tiempo y atención para obtener
alguna información válida útil a los efectos del trabajo. Lo primero que he
podido deducir es que, efectivamente, debió tomarse muy al principio de esos
años 40, como parece indicarlo la falta del esquinazo del número 1 de la Plaza
de Gabriel Miró, que sí está, como es obvio en la foto actual. Según tengo oído
a mis padres, ese número 1 fue el más castigado por los bombardeos de la guerra
civil, hasta el punto de que el propietario tuvo que reconstruirlo.
Lo
que me desconcierta en la foto es el edificio de la derecha, que parece en buen
estado, sin aparentes heridas bélicas en su estructura, pero que debió ser
derruido al poco tiempo de ser tomada la foto, ya que en mi memoria infantil,
no tengo registrado ningún solar en esa ubicación. Sí guardo recuerdos de una
casa en ruinas al final de la Cuesta, ya casi en la Calle Segovia, por cuyas
vigas desnudas llegamos a hacer alguna peligrosa excursión. Lo mismo que
recuerdo la lenta construcción de las actuales escalerillas
Y
dicho todo lo anterior, la única conjetura que me parece aceptable sobre la
función y naturaleza del muro con el pedernal, es que sirviera de zócalo y
soporte de ese edificio que estaba a mitad de la Cuesta, tal como se hizo en
las casas de la Costanilla de San Andrés, glosadas al hablar de Plaza de laPaja, o en los muros de la Cuesta de la Vega.
Hasta
aquí he expuesto mis vivencias personales que relacionan la Cuesta de los
Ciegos y el pedernal ¿de la muralla?, y asumo que están un poco cogidas por los
pelos, pero héteme aquí que navegando por la red he encontrado una perla[2],
de la que no tenía noticia alguna, y en la que se establece una relación
directa entre la Cuesta y el pedernal, aunque en este caso sea subterránea. Mercedes
Gómez, creadora del blog, y Pedro Jareño nos describen la existencia de un
pasadizo bajo la Cuesta de los Ciegos, en cuyas paredes se utilizó de forma
profusa el pedernal, así como el ladrillo, a juzgar por las fotografías que aquí
reproduzco.
En
el momento de confeccionar esta entrada, los autores no
se han pronunciado sobre la finalidad del pasadizo y la fecha de su
construcción, y no voy a ser yo, sin conocer otra cosa que su existencia y
estas fotos, quien se dedique a elucubrar sobre ambos extremos, pero parecería
lógico pensar que el pasadizo debe ser coetáneo de alguna de las construcciones
de la muralla cristiana. En cualquier caso, aquí queda este apasionante ejemplo
de vinculación entre la Cuesta y el pedernal, aunque en este caso seguramente
no sea de reciclado.
Ver también, Las Cercas y la Maqueta de Gil de Palacio
Ver también, Las Cercas y la Maqueta de Gil de Palacio
En primer lugar, tengo una pequeña discrepancia respecto al año en se tomó la fotografía de la casa que estaba a la mitad de la cuesta. Me parece recordar que supones que se tomó en el 40, pero yo creo que fue tomada antes.
ResponderEliminarTodos sabemos que la guerra civil comenzó en el 36 y terminó en julio del 39 y la ruina de ese edificio se produjo como consecuencia de un bombardeo, es decir, durante la guerra. Pienso que la fotografía se pudo tomar o bien antes del 36 o bien, en cualquier momento entre el 36 y el 39 antes de fuera bombardeada.
Yo, que pude jugar entre sus ruinas, recuerdo que se mantenía de pie parte del lienzo de la fachada que daba a la calle de Beatriz Galindo, hasta la altura del segundo piso mostraba los huecos desnudos de sus ventanas.
No puedo precisar el tiempo que permaneció de esa forma, pero como era un lugar peligroso - un amigo nuestro se rompió una pierna al caer al suelo al tratar de pasar del hueco de una ventana a la siguiente- supongo que las autoridades municipales procedieron a derribar el muro y a la limpieza del solar, con lo que los chavales del barrio encontramos un perfecto campo de fútbol protegidos por el muro de pedernal, que evidentemente sirvió para permitir la construcción del edificio de la fotografía.
Yo, como tu, también fui un arrastraculos y, tengo que reconocer que jamás logré permanecer sobre la lata más allá de los tres primeros metros. El resto del descenso sobre los pantalones para disgusto de mi madre.
Bueno, Rafael, confio que esta vez, si te llegue el comentario.
Un abrazo. Manuel Ávila
Gracias Manolo por tu estupendo comentario, que he publicado como "anónimo" para resolver tus problemas de edición, aunque tu nombre está en la despedida
EliminarQuerido amigo anónimo, tu aportación me resulta muy valiosa, porque permite colocar en el tiempo las sucesivas imágenes.
ResponderEliminarInicialmente di por buena la fecha que proporcionaba La Librería (1940) y así no cuadraba nada, hasta el punto de llegar a pensar que eran otras cuestas.
Lo cierto es que la foto de La Librería debió ser tomada alrededor de 1930, antes de que se inaugurara el nº1 de las Vistillas, en 1935.
La casa central es la que aparece bombardeada en tu foto (ver las chimeneas) y la tapia de pedernal, es la que sigue existiendo en la actualidad.
Muchas gracias, y si encuentras otras fotos, por favor, házmelas llegar