El paso
del tiempo y la evolución sociopolítica de Madrid y su entorno fue haciendo
innecesaria la función defensiva de la muralla a la vez que la ciudad crecía y
se expandía. Sin embargo, se siguió considerando necesario algún elemento que
permitiera marcar los límites de la ciudad por lo que hasta 1868, es decir,
hasta hace nada, la ciudad ha estado cercada de una u otra forma. La función de
estas cercas fue siempre la de distinguir a los de dentro de los de fuera, ya
fuera para exigir el pago de alcabalas, el control de la inmigración o, en su
caso, de las epidemias.
De todas las cercas que se hayan construido alrededor de Madrid a lo largo de los siglos, sólo una ha sido digna de ser reconocida con nombre propio y no es otra que la Cerca de Felipe IV. Cabe pensar que fue la única concebida de forma unitaria, con un cierto espacio con respecto al caserío, lo que le permitió perdurar en el tiempo hasta su desaparición a mediados del siglo XIX.
Debemos
pues considerar a la Cerca de Felipe IV como una “heredera” natural de la
muralla. Construida allá por 1625, se la identifica más como una tapia, cuyo
principal componente sería el ladrillo cocido, tan utilizado en cientos de
edificios y elementos arquitectónicos de Madrid.
No
obstante, en uno de los escasos restos que se han mantenido en pie, en la Ronda
de Segovia, al lado del cuartel de los bomberos en plena Puerta de Toledo, se
puede apreciar que, además del ladrillo, los constructores también utilizaron
el pedernal de la muralla, confiriendo a esta parte de la cerca la estética
“austria” que se pueden apreciar en conventos, iglesias y edificios públicos
de Madrid.
En
definitiva, la Cerca de Felipe IV no sólo fue una heredera funcional de la
muralla, sino también de alguna cantidad de su pedernal.
Ver también, Fulano y Mengano
Ver también, Fulano y Mengano
No hay comentarios:
Publicar un comentario