Del
conjunto de Torre y Casa-palacio, la Torre es el elemento más antiguo, como
parece probarlo el arco de herradura que se abre hacia la calle del Codo, de
inspiración árabe y origen seguramente medieval.
La
Casa-palacio fue mandada construir por Álvaro de Luján en 1494 y en ella han
residido varias generaciones de Lujanes, para pasar más tarde a otros usos
civiles y llegar en la actualidad a ser la sede de la Real Academia de Ciencias
Políticas y Morales.
Como es
bien sabido, la Torre tuvo como huésped ilustre a Francisco I de Francia, tras
haber sido hecho prisionero en la batalla de Pavía por el soldado Luis de
Urbina. La naturaleza de su estancia ha ido cambiando desde mi infancia hasta
ahora. Durante mi niñez la versión oficial era que Francisco I había estado
allí preso, lo que evocaba en mí la figura de un rey francés cargado de
grilletes y poco menos que a pan y agua. Eran años en los que la afirmación
nacional pasaba por la negación de todos los demás, empezando por los vecinos
franceses. Andando
el tiempo la visión ha ido cambiando y ahora se habla de “estancia transitoria, en tanto se preparaban unos aposentos adecuados
en el Alcázar”, es decir, que Francisco I estaba retenido, pero tratado con
todo tipo de consideración y cortesía. Parece que el rey gabachuá (que decía
Tip) paseaba su garbo y sus trajes pomposos por Madrid, generando admiración y
envidia en un austero poblachón manchego, que quería ser una corte.
La Torre tiene, además, una historia curiosa ya que, al parecer, fue una de las cuatro estaciones del telégrafo óptico que unió Madrid con Aranjuez, allá por 1831. En efecto, a principios del siglo XIX se estaba barruntando la comunicación a distancia, ¡sin internet! y se utilizaba lo que se podía. De ahí que se decidiera unir los reales sitios por medio de un telégrafo óptico, para uso de la familia real y, supongo, de los allegados más íntimos. La primera línea estaba sustentada, como he dicho, en cuatro elevaciones: la Torre de los Lujanes, el Cerro de los Ángeles, el Cerro de Espartinas, en Valdemoro y Monte Parnaso, en Aranjuez. En años posteriores se construyeron nuevas líneas de telegrafía óptica que comunicaban Madrid con La Granja de San Ildefonso, Carabanchel Alto, Riofrío y El Pardo.
La Torre tiene, además, una historia curiosa ya que, al parecer, fue una de las cuatro estaciones del telégrafo óptico que unió Madrid con Aranjuez, allá por 1831. En efecto, a principios del siglo XIX se estaba barruntando la comunicación a distancia, ¡sin internet! y se utilizaba lo que se podía. De ahí que se decidiera unir los reales sitios por medio de un telégrafo óptico, para uso de la familia real y, supongo, de los allegados más íntimos. La primera línea estaba sustentada, como he dicho, en cuatro elevaciones: la Torre de los Lujanes, el Cerro de los Ángeles, el Cerro de Espartinas, en Valdemoro y Monte Parnaso, en Aranjuez. En años posteriores se construyeron nuevas líneas de telegrafía óptica que comunicaban Madrid con La Granja de San Ildefonso, Carabanchel Alto, Riofrío y El Pardo.
El pedernal está utilizado en la base, en
largos cuarteles horizontales, separados por una doble verdugada de ladrillo.
Los bloques de pedernal están unidos por una argamasa que le resta escaso
volumen, mientras que la llaga del ladrillo está hundida. El granito de las
esquinas ha debido ser restaurado no hace mucho, ya que de no ser así lo
veríamos desgastado como en San Nicolás, o en la Escuela Superior de Conservación.
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