La Capilla se
adosó al lado norte de la antiquísima parroquia de San Andrés (siglo XII), para
recibir los restos de San Isidro hasta que, en 1544, tras una pelea nada
edificante entre los responsables de una y otra iglesia por las limosnas que
generaban los sagrados restos, el arca que los contenía fue devuelta a San
Andrés. En señal de repulsa por el traslado, los responsables de la Capilla
tapiaron la puerta que comunicaba ambas iglesias y colocaron un maravilloso
sepulcro del Obispo esculpido en alabastro por Francisco Giralte, quien es
también autor del magnífico retablo que preside el altar y las puertas del
templo.
Materializado,
así, el divorcio entre la capilla del Obispo y San Andrés, quedó sin resolver
el que los restos del Santo Patrón de Madrid tuvieran un sitio digno y adecuado
para su veneración (y recogida de limosnas), ya que la parroquia, tal vez
construida sobre una antigua mezquita, era pequeña y de pobre trazado. Por
ello, allá por 1657, se empezó la construcción de la capilla de San Isidro,
también adosada a San Andrés, pero en su lado sur, con lo que se constituyó un
conjunto de tres iglesias consecutivas, aunque una de ellas incomunicada con
las otras dos.
Por cierto, en
el plano de Texeira, cuya edición es coetánea con la construcción de San
Isidro, no aparece esta capilla tal vez porque los apuntes tomados por el autor
fueron anteriores a su inicio.
Todo esto tiene
su importancia porque cuando en 1936 San Andrés entró en combustión espontánea,
como casual y simultáneamente le pasó también a otras muchas iglesias,
monasterios y conventos de Madrid, el fuego consumió, no sólo San Andrés sino
también la capilla de San Isidro, mientras que la Capilla del Obispo se salvó
gracias a la pared y al sepulcro del Obispo, que levantaron la avaricia y el
egoísmo en su día. ¡Bendita avaricia clerical que, sin pretenderlo, salvó de la
quema una de las pocas joyas góticas de Madrid!
La consecuencia
de todo ello es que, al acabar la Guerra Civil, la parroquia de San Andrés, mi
parroquia, tuvo que refugiarse en la capilla del Obispo. En ella fui bautizado,
y durante toda mi infancia la Capilla fue, para mí, San Andrés, gobernada por
don Mariano, párroco muy querido por los feligreses.
Pasados los
años, se fue recuperando poco a poco la capilla de San Isidro, ya que de San
Andrés no quedó más que una torre con una ventana y una verja, vestigio de la entrada del pasadizo que unía la iglesia con el palacio de los Lasso
de la Vega, donde residían con frecuencia los Reyes Católicos.
Cuando pudo
recuperarse el culto en San Isidro, la Capilla del Obispo fue cerrada y así
ha permanecido durante largos años, tristemente oculta a la admiración de propios y
extraños, con excepción, que yo recuerde, de una exposición fotográfica sobre
la restauración de La Piedad de Miguel Ángel y alguna representación
teatral. Por fortuna acaba de reabrirse y ya puede ser admirada como se merece.
El pedernal es visible en dos zonas. La más
accesible al observador es el zócalo de la fachada oeste, en la Costanilla de
San Andrés, frente a la desaparecida casa de los Lasso. Ésta ubicación visible,
lleva a pensar que el resto del zócalo oculto, también está compuesto con el
mismo material.
Los restauradores de la Capilla han debido
considerar que la argamasa que unía, hasta ahora, el pedernal era poco
decorativa y han incorporado una llaga de notable altura que ha situado al
pedernal en segundo término.
La segunda ubicación visible del pedernal son las
paredes exteriores del ábside. Desde la calle, y con alguna dificultad, se puede
ver por encima de la casa parroquial. Sin embargo, desde uno de los patios del
Museo de Los Orígenes, se puede observar en todo su esplendor al exterior del
ábside, en donde la reutilización del pedernal es mucha más vistosa y noble que
la anterior.
¡Qué buena y oportuna información!
ResponderEliminarEn cuanto a lo de la elegancia..., no es otra cosa sino mi voluntad de superar y dejar atrás todas las infamias que, por una y otra parte se perpetraron en aquellos años porque creo, como Kierkegaard, que "la vida sólo se comprende mirando hacia atrás, pero sólo puede ser vivida mirando hacia delante",