En octubre del 2012, acompañé a mi mujer a su primera clase de yoga en el Centro Municipal de Mayores, Antón Martín, situado en el número 14 de la calle de la Cabeza. Me encontré con una exposición de pintura, con
los cuadros repartidos por el patio del Centro. Una vez completada la revisión
de los cuadros, el amable conserje me informó que en el sótano había más y que
podía bajar a verlos. Con una baja expectativa, ya que de los cuadros ya vistos
sólo me habían interesado dos o tres, pero dado que debía hacer tiempo, me dispuse a bajar una escalera estrecha y empinada, con
un cierto aire tenebroso, y ahí es donde me encontré una sorpresa: unos calabozos, construidos con pedernal y ladrillo, lo que les convierte en una
aplicación de reciclado, que no es accesible a simple vista y de la que no tenía la menor noticia.
Vayamos por partes.
El edificio en el que está situado el Centro aparece en el Plano de Texeira sin
ninguna identificación especial: es una casa más del caserío del poblachón
manchego que era Madrid del siglo XVII. Hasta hace un par de años, además de
una corrala vecinal, allí había existido una taberna, denominada: Del Avapiés, en la que según he podido
saber, los dueños invitaban a los parroquianos a visitar los curiosos sótanos a los que me estoy
refiriendo. La taberna se cerró y el Ayuntamiento adquirió el local e hizo las
obras pertinentes para convertirlo en el Centro Municipal de Mayores: Antón Martín, que fue inaugurado por
la Alcaldesa Botella, en junio del 2012.
¿Y qué es lo que
causó mi sorpresa? Pues lo que encontré, bajo la esquina noroeste del edificio,
allí donde se cruzan las calles de la Cabeza y de Lavapiés, fue un espacio de
unos 33m2, integrado por cinco habitáculos de 3,7m2 y un
pasillo que los comunica.
La estructura es de ladrillo, pero en las cuatro paredes que limitan el espacio se utilizó el pedernal, lo que le confiere un aspecto que recuerda inmediatamente a las distintas ornamentaciones de las construcciones de los “Austrias”, aunque aquí, por razones evidentes, esté ausente la pizarra. Muy en especial, es llamativo el parecido con la composición utilizada en el Colegio de Santa Isabel, la Casa de las Siete Chimeneas o la Torre de los Lujanes.
La estructura es de ladrillo, pero en las cuatro paredes que limitan el espacio se utilizó el pedernal, lo que le confiere un aspecto que recuerda inmediatamente a las distintas ornamentaciones de las construcciones de los “Austrias”, aunque aquí, por razones evidentes, esté ausente la pizarra. Muy en especial, es llamativo el parecido con la composición utilizada en el Colegio de Santa Isabel, la Casa de las Siete Chimeneas o la Torre de los Lujanes.
El pedernal, dispuesto en cuarteles y unido con argamasa, sin huella intermedia, podría tener alguna función estructural en la zona del zócalo, pero parece puramente ornamental en los cuarteles superiores, separados por una tongada doble de ladrillos.
El sótano cuenta con un sistema de ventilación cruzada, una de cuyos extremos es una especie de chimenea que termina a nivel de la calle de la Cabeza en siete orificios, gracias al cual estos calabozos se han podido mantener en buen estado durante los 4 ó 5 siglos de vida del edificio. Unas ventanucas enrejadas comunican los calabozos entre sí y permiten la ventilación de cada uno de los calabozos.
Tan curiosa, y
algo morbosa, estructura obedece a que en este edificio estuvo situada la llamada Cárcel de la Corona, sobre la que existen diversas
referencias. A los efectos del reciclado de la muralla, que es lo que interesa
a este blog, no he encontrado una información fiable de cuando fue
construida esa Cárcel de la Corona.
Está muy documentada su ubicación en la calle de la Cabeza a lo largo del siglo XVIII, como comento más adelante, pero también está claro que existió una Cárcel de la Corona en el siglo XVII, aunque no he podido confirmar que estuviera desde un principio en esta calle. Esto encuadraría la cárcel en el conjunto de los edificios civiles que recibieron el pedernal de la muralla, como parece indicar su aspecto.
Está muy documentada su ubicación en la calle de la Cabeza a lo largo del siglo XVIII, como comento más adelante, pero también está claro que existió una Cárcel de la Corona en el siglo XVII, aunque no he podido confirmar que estuviera desde un principio en esta calle. Esto encuadraría la cárcel en el conjunto de los edificios civiles que recibieron el pedernal de la muralla, como parece indicar su aspecto.
En cualquier caso, merece la pena entrar un poco en la agitada historia de esta Cárcel de la Corona. Lo primero que no está claro es su finalidad: podría decirse que, en sus inicios era una cárcel para recluir eclesiásticos que hubieran incurrido en delitos civiles, lo que no requería la intervención de la Inquisición.
El Profesor José Manuel Reverte, en su obra: Las viejas cárceles de Madrid, después de referirse a las cárceles de la Corte y la de la Villa, reseña la existencia de otra, llamada de la Corona, para eclesiásticos, de la que ignora su ubicación, aunque afirma que en tiempos no lejanos estaba en la calle de la Cabeza. Una información similar la aporta Antonio Martínez Salazar (1764) en su “Colección de memorias del Gobierno General y político del Consejo”, donde narra el procedimiento especial que se seguía con los eclesiásticos, a los que se recluía en la Cárcel de la Corona, separados de los seglares.
Por el contrario,
Jesús Callejo, en su libro: Un Madrid insólito: Guía para dejarse
sorprender, la denomina
“Cárcel Eclesiástica de la Corona, o cárcel de la Inquisición”. Seguramente
ambas afirmaciones pueden ser ciertas ya que la Inquisición debió disponer
varias cárceles a lo largo de su “fructífera” ejecutoria (por cierto, la
española no parece que fuera la peor de Europa), de forma tal que una cárcel
que se creara inicialmente para eclesiásticos
no encausados por el Santo Oficio pudiera, posteriormente, ser utilizada
por éste como uno de sus lugares de “hospedaje”. De hecho, como se verá un poco
más adelante, la cárcel fue profusamente utilizada en los siglos XVIII y XIX,
una vez disuelto el Santo Oficio[1].
La cita más antigua que he localizado sobre una Cárcel de la Corona, se
refiere a la muerte de Santo Tomás de Villanueva[2], y se
remonta a 1556, cuando el Santo, que por cierto fue ¡un notable antiaurino!, le
pide al alcaide de la Cárcel de la Corona que le preste la camilla en la que
está postrado hasta que muera. Si se tratara de la misma cárcel, la fecha la
situaría en plena “reutilización Austria” del pedernal (Es posible que la Cárcel
de la Corona que se cita aquí estuviera en Valencia)
Pero con todo, de los múltiples hechos que habrán sucedido en la Cárcel
de la Corona hay dos que han dejado una huella más indeleble (como lo debe ser
una huella que se aprecie) El primero está fechado el 20 de septiembre de 1621,
día en el que, según los Anales de Madrid de un platero del siglo XVII, un sacerdote
estaba diciendo Misa en la Cárcel de la Corona y en el momento de la
Consagración, otro preso, que andaba vestido de sacerdote sin serlo, le
arrebato al Sagrada Forma, la rompió y dijo mil herejías. Luego resultó ser
loco e inglés (¡qué alivio!) [3]
El siguiente suceso llamativo tuvo lugar dos siglos más tarde, ya que fue
en 1821 cuando las turbas enardecidas asaltaron la Cárcel y asesinaron a
martillazos primero, y luego con sablazos y tiros, a Matías Vinuesa: "El
cura de Tamajón", destacado realista, por considerar que los diez años a
los que había sido condenado, era una pena muy escasa (menos mal que esto
ocurrió en el Trienio Liberal) En este caso no hay duda de que el asalto se
produjo en la calle de la Cabeza.
Años más
tarde, Pérez Galdós, precisamente a propósito del linchamiento Matías Vinuesa,
narra detalles de la Cárcel de la Corona[4] como
los siguientes: “Un portalón daba entrada al patio,
que no había sufrido variaciones esenciales y tenía en dos de sus lados
columnas de piedra para sostener la crujía alta. Las prisiones estaban en el
piso bajo y en los sótanos, y consistían en calabozos inmundos, algunos con
rejas a la calle. Dos puertecillas abiertas a un lado y otro del zaguán
indicaban el cuerpo de guardia y las habitaciones de algunos
empleados de la cárcel. Todas y cada una de las partes del edificio, dentro y
fuera, arriba y abajo, ofrecían repugnante aspecto de incuria, descuido y
degradación”.
Además de estos
dos hechos, existen numerosas referencias a la Cárcel de la Corona, debidas a
haber contado con notables huéspedes, sobre todo en la primera mitad del siglo
XIX, a lo largo del cual, desde luego, la cárcel perdió su carácter
eclesiástico e inquisitorial, una vez que el Santo Oficio fue definitivamente
abolido en 1834. Prueba inequívoca de la secularización de la cárcel es el
nacimiento en ella, en diciembre de 1808, del periodista y político: Fernando
Corradi y Gómez.
No he encontrado
información sobre el momento en que el edificio dejó de ser cárcel y pasó a ser
cuadras y cochera, como según parece testimonió el ya citado Pérez Galdós, pero
es evidente que ya en el siglo XX se produjeron reformas que terminaron en una
vivienda tipo corrala y en la instalación de la Taberna del Avapiés, en la zona
en la que estaban situados unas celdas con rejas a la calle.
Llegado hasta
aquí en mi “investigación” sobre la Cárcel y su evolución, me dirigí a Carmen
Gil, arquitecta artífice de la magnífica rehabilitación del edificio, dándole a
conocer lo que estaba haciendo: me brindó una cordial acogida y se ofreció a
facilitarme todo la información de que dispusiera[5]
De esos contactos con Carmen Gil he
obtenido algunos datos significativos como los siguientes:
·
En la cimentación
a base de zanja corrida, que se ha encontrado seca y en buen estado, se utilizó
el pedernal (¡oh material maravilloso!)
·
En los calabozos
se encontraron argollas ancladas en las paredes, que fueron retiradas sin
guardar constancia fotográfica de ello. Esto es una lástima, pero en cualquier
caso es un dato más sobre el desdichado fin de estos recintos.
·
En el extremo
sureste del edificio existe un pasadizo que, al parecer, discurre paralelo a la
calle de Lavapiés, que se cegó sin poder analizar su naturaleza y destino (como
en otras tantas ocasiones, los magros presupuestos cercenan interesantes
posibilidades)
·
Numerosas puertas
encontradas en la corrala fueron reparadas y reutilizadas en el CMM Antón Martín, encontrando entre ellas
las que, casi con total seguridad, servían de cierre a los calabozos, dada su
estructura reforzada y los huecos habilitados para el paso de los alimentos a
los presos (me temo que también servirían para sacar los excrementos de los
reclusos, aunque confío en que cambiaran los recipientes)
Y desde su creación, hasta nuestros
días, ahí está el pedernal de la muralla, una vez más reciclado, tanto con
fines estructurales como ornamentales.
Ver, también: Elucubraciones
[1] La búsqueda de
referencias me ha llevado a conocer que, en latín, Decanica, significa: Cárcel
de la Corona para Eclesiásticos.
[3] Que se sepa,
el hecho también fue recogido al menos por Andrés de Almansa, en sus Relaciones
de sucesos y avisos, escritas entre 1621 y 1624.
[4] Episodios
Nacionales: El Grande Oriente (Cap. 21)
[5] Incluso me
pidió permiso para utilizar mi información en la presentación del CMM a un
concurso internacional de rehabilitación de edificios.
Alucinado. Así estoy con este excelente reportaje. Una maravilla el que haya podido descubrir este edificio como "Carcel de la Corona".
ResponderEliminarEnhorabuena.
Carlos:
ResponderEliminarRealmente fue una sorpresa muy agradable el hallazgo (desde luego, no por su significado) poco conocido hasta ahora, y se lo debo a mi seguimiento del pedernal.
La confirmación de la arquitecta Carmen Gil ha sido decisiva.
He visitado el edificio una vez enterado de su remodelación. Mi interés al hacerlo es que en esa casa vivieron mis abuelos, desde 1932 a 1964, aproximadamente. El edificio era una especie de corrala habitada en el segundo piso y en las buhardillas superiores. En el primer piso vivían únicamente los propietarios de la tahona que ocupaba el bajo y que nunca pude visitar. Esta tahona tenía el despacho de pan por la calle de Lavapiés. No he conocido la taberna que señala, por lo que deduzco que fue instalada en los años 70 o poco antes. He visto que en el segundo piso, en los puntales de madera que sujetan el tejado, están las marcas de las cuerdas de tender la ropa que usaban los vecinos. El edificio no contaba con más servicios higiénicos que un retrete comunal situado en una esquina del segundo piso. En el zaguán, a la izquierda de la entrada había un tabuco ocupado por un zapatero remendón que me contaba viejas historias de los calabozos ocupados por arrestados por la Inquisición.
ResponderEliminarMuchas gracias, Antonio, por su Comentario.
EliminarMe parece un testimonio de gran interés humano, que recompensa muy sobradamente la tarea de recogida de información que realicé en su momento.
Espero que la entrada del blog le haya llamado la atención.
Rafael
He visitado la cárcel hace poco y, efectivamente, el trabajo de remodelación de Carmen Gil me parece eficaz y hermoso. Es una pena que se hayan perdido las argollas. Dos profesores de la universidad Autónoma, Rafael y Fernando (esliceo.com), están de acuerdo en lo que señalas referente al uso de la presión como cárcel para eclesiásticos por delitos civiles que, además, eran juzgados por tribunales religiosos independientes de la jurisdicción penal estatal. Creo recordar que ellos afirman que nunca fue un recinto de la Inquisición.
ResponderEliminarDe tu estupendo trabajo echo de menos (por pura curiosidad, en absoluto para cuestionarlo) alguna referencia al por qué el nombre de "la Corona". Los profesores de los que hablo, señalan que eso sólo se debe a que la fachada del edificio estaba ocupada por dos casas que pertenecían a la Corona, y que ésta la cedió (supongo que al ayuntamiento o a la iglesia) para utilizarla como prisión.
Enhorabuena por la investigación.
José Luis Romero
José Luis:
EliminarMuchas gracias por tus comentarios y por la aportación que haces sobre el nombre. Realmente no me había preguntado por su origen.
Saludos, Rafael
ENCANTADO CON TU ARTÍCULO. HE VISITADO MUY RECIENTEMENTE ÉSTE CENTRO Y ME IMPRESIONARON LOS SÓTANOS,
ResponderEliminarY LA RESTAURACIÓN DEL EDIFICIO. FELICIDADES Y MUCHAS GRACIAS.
Gracias a ti, amigo anónimo
EliminarRafael
Muchas gracias por tan valiosa informacion
ResponderEliminarTeresa: Celebro ser de alguna utilidad
EliminarBlog interesantísimo! Por casualidad lo he encontrado y voy a echar más de un vistazo.
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