Cuando estaba confeccionando la entrada dedicada al Corralón y los presuntos restos de la Cerca de Felipe II, tuve una percepción sobre la motivación profunda del uso reiterado del pedernal en Madrid, que entiendo puedo y debo compartir con quienes tienen la gentileza de visitar este blog.
Mi conclusión personal es que el pedernal forma parte de lo que me atrevo a llamar el "inconsciente colectivo" madrileño y que se convirtió durante siglos en el "arquetipo" de la seguridad, para los habitantes de Madrid. Me consta que cuando Jung desarrolló estos conceptos los refería al conjunto de la humanidad (o al menos al mundo occidental) y con carácter atemporal, pero estimo que es lícito utilizar dichos conceptos reduciendo el marco humano a los habitantes de Madrid, y el temporal, a unos seis siglos.
¿Cómo he llegado a esta peregrina conclusión?, pues haciendo una lectura en diagonal de lo que ya llevo incorporado en el blog:
-Todo empezaría cuando los carpetanos que se instalaron en el cerro del Alcázar utilizaron, como era habitual en ellos, el pedernal en el zócalo de sus casas y eventualmente en algún muro de carácter defensivo, porque conocían desde antiguo las nobles cualidades de este material.
¿Cómo he llegado a esta peregrina conclusión?, pues haciendo una lectura en diagonal de lo que ya llevo incorporado en el blog:
-Todo empezaría cuando los carpetanos que se instalaron en el cerro del Alcázar utilizaron, como era habitual en ellos, el pedernal en el zócalo de sus casas y eventualmente en algún muro de carácter defensivo, porque conocían desde antiguo las nobles cualidades de este material.
-Podría continuar con sucesivos refuerzos defensivos en tiempos de hispano-cristianos y visigodos, seguramente no muy importantes pero suficientes para dos hechos fundamentales en el devenir de Madrid: El primero, que el emplazamiento llamara la atención del emir Muhammad I y decidiera que era adecuado para construir sobre él una fortaleza (un hisn) con su medina; El segundo, que uno de sus lienzos fuera elegido por los cristianos para esconder la imagen de la Virgen, y dar así pie a la hermosa tradición de La Almudena. Es decir, que los cristianos madrileños, que aún no sabían que lo eran, y que impetrarían el auxilio de la Virgen ante la invasión musulmana, decidieron confiar a la muralla de pedernal la protección de su Protectora.
-Continuó, sin ningún genero de dudas, con la construcción de la muralla árabe que defendía la fortaleza, no sólo de los cristianos "reconquistadores", sino también de los "hermanos musulmanes" del reino de Toledo. Los cristianos, refugiados en el cerro de las Vistillas y en San Andrés, serían testigos de cómo la muralla de pedernal resistía, con gallardía y eficacia, los sucesivos ataques de unos y otros.
-Cuando las huestes de Alfonso VI, con los segovianos en avanzadilla, penetraron en Magerit, tal vez por la Xagra, desplazaron a los musulmanes a las Vistillas y la Morería, mientras que ellos se acogieron al abrigo de la muralla, que no tardaron mucho en reforzar y ampliar, para abarcar nuevas áreas urbanas. Instalados allí pudieron comprobar las virtudes del pedernal al soportar los sucesivos cercos de Aben Yusuf.
Y ahí estaban, los ya madrileños de los siglos XIII y XIV, tan orgullosos de su muralla y su pedernal, que decidieron utilizarlo como "insignia y blasón", junto con la abundante y purísima agua de sus numerosos manantiales y fuentes.
Me resulta fácil imaginármelos asomándose a las "vistas de San Francisco" para contemplar un paisaje como el que magníficamente recreó Pierre Schild, mediado el siglo XX (me encanta el detalle de los dos frailes franciscanos asomados a la Cuesta de los Ciegos)
-Cuando las huestes de Alfonso VI, con los segovianos en avanzadilla, penetraron en Magerit, tal vez por la Xagra, desplazaron a los musulmanes a las Vistillas y la Morería, mientras que ellos se acogieron al abrigo de la muralla, que no tardaron mucho en reforzar y ampliar, para abarcar nuevas áreas urbanas. Instalados allí pudieron comprobar las virtudes del pedernal al soportar los sucesivos cercos de Aben Yusuf.
Y ahí estaban, los ya madrileños de los siglos XIII y XIV, tan orgullosos de su muralla y su pedernal, que decidieron utilizarlo como "insignia y blasón", junto con la abundante y purísima agua de sus numerosos manantiales y fuentes.
Me resulta fácil imaginármelos asomándose a las "vistas de San Francisco" para contemplar un paisaje como el que magníficamente recreó Pierre Schild, mediado el siglo XX (me encanta el detalle de los dos frailes franciscanos asomados a la Cuesta de los Ciegos)
Estarían tan ufanos con su muralla como hoy lo están, justamente, los abulenses, los lucenses o los toledanos.
Para cuando cesaron las guerras con musulmanes y con otros cristianos (recordemos a Isabel y a la Beltraneja) y la muralla perdió su función defensiva, los habitantes de lo que luego ha venido a ser Madrid llevaban no menos de seiscientos años pasando de padres a hijos, de generación en generación, la idea de que el pedernal era el símbolo de la seguridad; seiscientos años hablando en los púlpitos y en la calle, de la Virgen de la Almudena (a los efectos de la tesis que propongo poco importa lo que haya en ello de leyenda, ya que lo importante es lo que creyera el pueblo); seiscientos años (o así) presumiendo de los muros de fuego; etc. Con todo ello, ¿resulta muy fantasioso presuponer que se creó un inconsciente colectivo en el pueblo madrileño, que identificó al pedernal como su arquetipo de seguridad?
Con estos antecedentes, cuando Madrid hubo de expandirse para arrostrar sus nuevas responsabilidades como capital de las españas, sus mandatarios tuvieron que hacer frente a dos tareas: por un lado, de derribar la muralla que estorbaba y, por otro, autorizar e impulsar la construcción de nuevos edificios, palacios, iglesias, conventos, etc..., y ahí es cuando surge la necesidad y conveniencia de proceder al reciclado del pedernal que satisfacía simultáneamente dos objetivos: uno, utilizar un material noble que estaba a mano y, otro, incorporar a las principales fachadas de toda la ciudad (de entonces) una nota de nobleza y seguridad, que materializaba el arquetipo madrileño, configurado colectivamente en los siglos anteriores.
Claro está, donde la incorporación del pedernal salvador es paradigmática es en las cercas, herederas naturales de la muralla, y de ahí que, como dije al principio, al hablar de la presunta Cerca de Felipe II, saltara la correspondiente tecla en mi cabeza.
Si todo lo dicho es así, aquel que visite el "Madrid de los Austrias" y contemple con agrado los edificios con "el popular ladrillo y el señorial granito (pedernal) de la sillería, ambos coronados por la majestad real de la pizarra" (como decía D'Ors) si tiene un fino oído, y alguna sensibilidad, podrá percibir que el pedernal le está diciendo:
Para cuando cesaron las guerras con musulmanes y con otros cristianos (recordemos a Isabel y a la Beltraneja) y la muralla perdió su función defensiva, los habitantes de lo que luego ha venido a ser Madrid llevaban no menos de seiscientos años pasando de padres a hijos, de generación en generación, la idea de que el pedernal era el símbolo de la seguridad; seiscientos años hablando en los púlpitos y en la calle, de la Virgen de la Almudena (a los efectos de la tesis que propongo poco importa lo que haya en ello de leyenda, ya que lo importante es lo que creyera el pueblo); seiscientos años (o así) presumiendo de los muros de fuego; etc. Con todo ello, ¿resulta muy fantasioso presuponer que se creó un inconsciente colectivo en el pueblo madrileño, que identificó al pedernal como su arquetipo de seguridad?
Con estos antecedentes, cuando Madrid hubo de expandirse para arrostrar sus nuevas responsabilidades como capital de las españas, sus mandatarios tuvieron que hacer frente a dos tareas: por un lado, de derribar la muralla que estorbaba y, por otro, autorizar e impulsar la construcción de nuevos edificios, palacios, iglesias, conventos, etc..., y ahí es cuando surge la necesidad y conveniencia de proceder al reciclado del pedernal que satisfacía simultáneamente dos objetivos: uno, utilizar un material noble que estaba a mano y, otro, incorporar a las principales fachadas de toda la ciudad (de entonces) una nota de nobleza y seguridad, que materializaba el arquetipo madrileño, configurado colectivamente en los siglos anteriores.
Claro está, donde la incorporación del pedernal salvador es paradigmática es en las cercas, herederas naturales de la muralla, y de ahí que, como dije al principio, al hablar de la presunta Cerca de Felipe II, saltara la correspondiente tecla en mi cabeza.
Si todo lo dicho es así, aquel que visite el "Madrid de los Austrias" y contemple con agrado los edificios con "el popular ladrillo y el señorial granito (pedernal) de la sillería, ambos coronados por la majestad real de la pizarra" (como decía D'Ors) si tiene un fino oído, y alguna sensibilidad, podrá percibir que el pedernal le está diciendo:
"puedes estar tranquilo; estás seguro bajo mi protección"
Hola Rafael,
ResponderEliminarFelicidades por el artículo. Lo he enlazado con mi último post sobre Gaspar Barreiros en un comentario suyo a propósito del pedernal.
El próximo también tiene este material arquetípico madrileño y creo que te sorprenderá.
Un saludo
Gracias, Antonio, por tu comentario.
EliminarQuedo expectante a la espera de tu próximo post
Saludos