El libro pasa revista minuciosa a todas y cada una de las fases por la que pasó el edificio desde que fue concebido por Juan Gómez de Mora, en 1643, hasta sus últimas modificaciones, allá por 1857. Parte de esa minuciosidad, es la inclusión de los distintos documentos originales que recogen los avatares del diseño, construcción y distintas ampliaciones y reformas por las que ha ido pasando.
Pues bien, en el “Pliego de condiciones que realiza D. Juan Gómez de Mora, para que los maestros lo utilicen de base para el concurso subasta de las obras” (año 1643), se dice textualmente:
Mamposterías
Es condición que sean de maçiçar todas estas dichas çanjas de mampostería de piedra de pedernal blanco de la messa de la margen u de las canteras de Coslada con su buena mezcla de cal mezclada, a una espuerta de cal, dos de arena y con espuertas yguales y mezclada y batida la cal por lo menos quatro dias antes que se gaste y los dichos cimientos sean de maçiçar con la dicha piedra que sea crecida y ripios menudos de la misma piedra de pedernal yendo maçiçando y enripiando con porrillos de hierro de manera que bayan bien repissado y maçiço, sin dejar guecos ningunos echando sus tongas de piedra menuda y cal y bien bañado de agua para que quede bien maçiço y frogado.
Esto me condujo, en primer lugar, a conocer que Coslada fue, posiblemente, fundada por los romanos y que su nombre significa, ni más ni menos, que “abundante en pedernal” (cos, pedernal y late, abundante), constituyendo un enclave urbano significativo ya en el siglo VI. El pueblo experimentó un crecimiento normal durante un milenio hasta que en la Guerra de Sucesión sufrió un devastador incendio que provocó la reducción de vecinos a poco más de un centenar, dedicados a tareas agrícolas y a la extracción del pedernal.
En segundo lugar, la lectura me produjo el lógico sobresalto. ¿Cómo era posible que Juan Gómez de Mora se dedicara a comprar el pedernal en Coslada y no a utilizar el obtenido del derribo de la muralla? ¿Es que mi tesis, en cuyo desarrollo había avanzado mucho, carecía de credibilidad?
En una primera reacción visceral, estuve a punto de seguir esa conocida máxima del mundo periodístico: “no dejes que la realidad te estropee un buen artículo”, y dar por no recibido, ni leído, el libro y su contenido. Sencillamente, pasar.
Tras una breve reflexión, siguiendo el rigor que mi propia conciencia me exigía, decidí hacer frente a tan perturbadora información (Además de Coslada, fueron varios los pueblos del sur, como Vicálvaro, los que le proporcionaron el pedernal a Madrid)
Antes que nada debo dejar constancia del destino del pedernal en el Ayuntamiento. El pedernal que encargó comprar Juan Gómez de Mora fue a parar a los cimientos del edificio, por lo que no es visible desde el exterior. El comprado más adelante por Ardemans, hacia 1700, tuvo como destino las fachadas de la ampliación del Ayuntamiento que dan a las calles de Madrid y del Duque de Nájera. Por último, ya en 1915, el arquitecto Bellido incorporó el pedernal en el arco sobre la calle de Madrid, que une el Ayuntamiento con la Casa de Cisneros.
Por cierto que este pedernal parece más blanco que el incorporado a San Nicolás, la Torre de los Lujanes o la Encarnación, ya sea porque las procedencias sean distintas o porque el de estos edificios tenga setecientos años más de agresión ambiental.
Por cierto que este pedernal parece más blanco que el incorporado a San Nicolás, la Torre de los Lujanes o la Encarnación, ya sea porque las procedencias sean distintas o porque el de estos edificios tenga setecientos años más de agresión ambiental.
Bueno, una vez constatado que este pedernal era de “nueva extracción” ¿qué debía hacer?, ¿tenía que tirar a la basura todo el trabajo hecho?, ¿acaso mi hipótesis había perdido todo su valor? Continué mi reflexión y llegué a una conclusión clara y concluyente: ¡Para nada! Lo del Ayuntamiento es sólo un dato que no desvirtúa los otros muchos que avalan mi propuesta. Pasemos revista a algunos de ellos, que han salido a mi encuentro en la bibliografía consultada, sin que ésta pueda ser considerada ni exhaustiva, ni rigurosa:
P En 1538 Covarrubias utiliza el material obtenido de los derribos de la Puerta de Guadalajara en las obras de reparación y ampliación del Alcázar (esto, de rebote, avala mi suposición de que el Alcázar habría recibido el pedernal).
P En 1540 el emperador Carlos V da permiso para la utilización de los materiales obtenidos de la muralla.
P En 1544 Juan Martínez y Tomás Ribera se comprometen a hacer una portada de sillería para la Puerta de Moros, así como una alcantarilla para salvar el arroyo que corría por la actual carrera de San Francisco, todo ello a cambio de poder disponer del material del derribo de la puerta y torres (por cierto, que la calle de Don Pedro se llamó con anterioridad calle de la Alcantarilla).
P Un siglo después, con ocasión de la construcción de la Capilla de San Isidro, se concedía licencia para demoler la muralla cercana que habría sobrevivido a la anterior agresión, y vender las piedras.
P Pasados otros trescientos años, aún hemos asistido a la ya reseñada disponibilidad gratuita de “cascotes” de la muralla durante la construcción del edificio de Bailén 12.
Me parecen suficientes ejemplos válidos de la reutilización del pedernal, que no hacen más que ratificar lo que es una costumbre inveterada de reutilización de materiales en la construcción (según he sabido, la casa en la que actualmente habito, aprovechó distintos materiales y elementos obtenidos en los derribos efectuados para construir la Gran Vía, razón por la cual existían diferencias sensibles entre las viviendas de las cinco plantas del edificio).
Con todo esto me di por satisfecho y espero que también sea suficiente para el paciente bloguero y me ratifico en mi sencilla y nada pretenciosa tesis, que en última instancia no es otra cosa que el tributo de cariño y reconocimiento a “mi pueblo”.
Con esto doy por concluida esta página principal y dedico las siguientes a los edificios que recibieron y exhiben el perdenal en sus fachadas. Para
ordenar esta información, estuve considerando varias hipótesis. Deseché la opción
de seguir un itinerario similar al de la muralla, porque la reutilización, aun
sin alejarse mucho de ella, está suficientemente esparcida por Madrid, como
para hacer liosa tal descripción física. Tampoco me acogí a un criterio
cronológico, ya que, como es bien conocido, las obras y
las construcciones en Madrid se alargan, se destruyen, se reconstruyen, se les
añaden nuevas partes, etcétera, etcétera…, por lo que la datación, que los
expertos suelen referir al elemento más antiguo, puede resultar engañosa y
engorrosa. Por todo ello, me incliné por algo más sencillo como es la finalidad
del edificio, aunque en algunos casos también esa finalidad haya cambiado con
el paso de los años.
Y dentro
de esta opción, he utilizado las tres categorías más sencillas: Edificios religiosos, es decir,
iglesias, monasterios y conventos; Palacios
y edificios públicos; y un cajón de sastre de Otros usos, en los que he incluido casas sencillas y otras
utilizaciones urbanísticas.
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