La ubicación en este edificio del Museo de los Orígenes ha revalorizado la importancia que ya tenía de antiguo por su propia historia, convirtiéndolo en una referencia obligada de cualquier madrileño que se precie.
El actual
Museo de los Orígenes está ubicado en una de las zonas emblemáticas de Madrid,
la colina de San Andrés, zona habitada desde tiempo inmemorial tal como lo han
demostrado las prospecciones realizadas en el solar antes de su última
reconstrucción.
La primera ocupación relevante, y mucho, del solar dataría del siglo XI o XII y correspondería a la familia Iván de Vargas, famoso patrón de San Isidro que le hacía de zahorí, pocero y labrador, eso sí, con diversas ayudas celestiales. La muy temprana devoción por el santo, seguramente daría prestancia a la casa, lo que ayudaría a su conservación y cuidado.
No es
extraño que en el siglo XVI, una de las grandes familias de Madrid, la de los
Lujanes, eligiera ese sitio para construir uno de sus palacios, o casas
solariegas, con un trazado muy similar al actual, y por lo tanto, incorporando
el pedernal que estaba siendo obtenido del desmontaje de la Puerta de Moros y
sus alrededores.
A los
pocos años, en 1561, en la casa palacio se albergó el Tribunal de la
Nunciatura, momento inmortalizado por Texeira, hasta que en 1681 se trasladó a
su ubicación actual en la calle del Nuncio. Al quedar vacío, el palacio fue
adquirido por los condes de Paredes que lo tuvieron en propiedad hasta mediados
del siglo XIX.
En los
años posteriores, el edificio se fue arruinando poco a poco, pese a que la
devoción popular siguió visitando y cuidando el famoso pozo del milagro, en el
que San Isidro salvó a su hijo de morir ahogado al hacer subir las aguas hasta
el brocal, así como una capilla que intentaba recordar el supuesto aposento de
Isidro y su esposa, María Toribio.
El
edificio ha sido sacado de la ruina a partir de 1990, gracias a una
rehabilitación y una restauración admirable, permitiendo ubicar en él un museo,
ejemplar en Madrid, tanto por los restos arqueológicos, colecciones,
exposiciones, bibliotecas, etc., que exhibe, como por el conjunto de
actividades de todo tipo que organiza, que permiten conocer la historia de
Madrid que como puede verse existe.
Pieza
importante de la restauración que he tachado de admirable es, sin duda, la
conservación del pedernal que en su día utilizaron los arquitectos de los
Lujanes y que ahora luce y reluce formando de alguna manera cuerpo con el más
lejano del ábside de la Capilla del Obispo. Los restauradores han dispuesto el pedernal en
los cuarteles inferiores, dejándolo lucir con su propio volumen, mientras que
los cuarteles superiores los han dejado vacíos, pero respetando la imagen
típica de los edificios que le sirven de referencia.
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