A tal situación se había llegado gracias a
la Guerra de la Independencia y a nuestros vecinos franceses, que dejaron el
monasterio prácticamente en ruinas. Isabel II restauró la iglesia y el
claustro, preservando el estilo gótico.
Pero lo realmente curioso es cómo llegó
allí ese monasterio en el que, en 1528, el emperador Carlos convocó Cortes para
jurar Príncipe de Asturias al futuro Felipe II. El monasterio llegó al prado,
que luego se llamó “de los jerónimos”, gracias al traslado de uno anterior que
había sido construido cerca del Manzanares, más o menos, en la zona de la
actual Puerta de Hierro.
Este primer monasterio fue construido allá
por 1460, con el nombre de Santa María del Paso y su historia no tiene
desperdicio. Al parecer, Enrique IV quiso homenajear al duque de Armenach,
embajador de Bretaña, que estaba de caza por los montes de El Pardo y decidió
organizar cuatro días de justas variadas entre las que se incluían, por
ejemplo: un torneo con diez caballeros por bando (casi un Madrid – Manchester);
un juego de cañas; una montería; y, como cierre de los festejos, un “paso de
armas”.
El paso de armas debía ser lo más de lo más
por aquel entonces. La regla era sencilla: un caballero se erigía en
“mantenedor” de un paso y lo defendía ante todo aquel que quisiera atravesarlo. Pues bien, en esta ocasión, fue don Beltrán
de la Cueva, mayordomo del Rey, quien ejerció como mantenedor con un éxito
absoluto, lo que complació tanto al Rey que decidió la construcción de un
monasterio, con el nombre de Santa María del Paso, erigido en el mismo lugar
donde justó don Beltrán.
Debe recordarse que éste no fue el mayor y
más importante servicio que le prestó don Beltrán a Enrique IV “el Impotente”,
si tenemos en cuenta que según las malas lenguas le dio nada menos que una
hija: la popular Beltraneja.
Construido, pues, el monasterio del Paso en
una zona cenagosa del Manzanares, poblada de mosquitos, los monjes jerónimos a
los que se había encomendado su cuidado, se mostraron poco partidarios y,
cuando pudieron, pidieron a los Reyes Católicos que lo trasladaran a un sitio
más saludable. Al parecer lograron el permiso allá por 1503, para lo que
eligieron un lugar extramuros de la villa de Madrid, en una elevación de su
zona oriental, barrida por muy saludables aires, con abundancia de arroyos y
manantiales que regaban ricas huertas y el gran prado que cubría su ladera de
poniente.
Como consecuencia de lo anterior, a fines
del siglo XV, los Reyes Católicos ordenaron la construcción del
nuevo monasterio de frailes jerónimos para lo que se aprovecharon parte de los
materiales del monasterio del Paso. El nuevo monasterio se realizó en estilo
gótico muy tardío, el llamado isabelino. Se dispuso, también, que debería
servir de aposento a la familia real en sus estancias en la villa, dando lugar
al posterior nacimiento de El Retiro.
Con tal historia no resulta fácil
identificar el origen del pedernal que luce, y con qué lustre, en las fachadas
de San Jerónimo. Pudiera ser que ya fuera utilizado en la construcción del
monasterio del Paso, para luego ser trasladado al prado de los jerónimos, o tal
vez, apareciera por vez primera en esta segunda construcción. Personalmente me
inclino por esta segunda hipótesis por dos razones: la relativa larga
distancia, para la época, entre la muralla y donde debió construirse el
monasterio del Paso, y porque en 1460 la destrucción de la muralla era sólo
incipiente.
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