Por cierto que Rexas
debe pronunciarse Rejas, ya que el castellano antiguo utilizaba la gi
griega, antes de introducir plenamente la jota castellana. Por esa misma razón
Luxán, Texas o México deben pronunciarse Luján, Tejas o Méjico,
y no Lucsán, Tecsas o el insufrible Mécsico que Dios
confunda.
Andando el tiempo la
casa, prácticamente un palacio, ha pasado a estar ubicada en la calle Guillermo
Rolland, esquina a la calle de la Bola. Frente a ella está el popular
restaurante La Bola, famoso por su cocido, y tal vez por pertenecer a la familia
Verdasco, la del joven integrante de la “armada española” de tenis. Por cierto,
que en el colegio coincidimos con uno de los verdascos, que debía ser
tío-abuelo del tenista.
Según Fernando
Valenzuela, el edificio es una de las pocas muestras que quedan de principios
del XVII. En su opinión, la portada es probablemente de Francisco de Mora o de
Juan Gómez de Mora. En resumen, Valenzuela entiende que “es un ejemplar
interesante o importante para Madrid. Quedan poquísimos tan íntegros, sobre
todo con el volumen y la densidad de edificación propios de la época..."
Pues bien, el
edificio, tras distintos usos, fue adquirido en el año 1980 por la Escuela
Superior de Restauración y Conservación para instalar en él su centro
educativo. Durante siete años se estuvo restaurando para que fuera,
posteriormente, la escuela de restauración, lo que no es un juego de palabras,
sino una estupenda redundancia.
El pedernal fue utilizado, y ahí sigue, para asentar la casa, siendo
visible en su zócalo, luciendo con todo su volumen, ya que la argamasa de unión
queda en un segundo plano. Junto al pedernal se puede contemplar el granito
utilizado en la sillería, fuertemente desgastado por la meteorización, y algún
tipo de abrasión mecánica.
Al otro lado de la
calle de la Bola está situado lo que fue el parvulario de mi colegio (ver también Monasterio de la Encarnación), por lo
que debo referirme a nuestra “cancha” de baloncesto, que un patio de tierra, en
el que plantaron unas canastas altísimas hacia las que mirábamos para ver caer
el balón, y lo que caía era arena que nos producía conjuntivitis y orzuelos
múltiples, pero allí nació mi pasión y admiración por el baloncesto, ya que no
se me olvidará nunca lo difícil que era para nosotros meter una simple canasta,
por sencillo que fuera el tiro, en contraste con lo fácil que lo hacen nuestros
campeones mundiales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario