lunes, 10 de diciembre de 2012

Capilla del Obispo

La Capilla del Obispo fue mandada construir por Francisco de Vargas, en 1520, y puesta bajo la advocación de Nuestra Señora y de San Juan de Letrán. Este don Francisco fue un importante hombre de estado durante el reinado de los Reyes Católicos y del emperador Carlos I. Su capacidad para resolver cuestiones intrincadas llevó al rey Fernando a soltar la frase: “Averígüelo Vargas que ha quedado en la cultura popular como vía de solución ante los problemas complejos. La obra la terminó, en 1535, su hijo don Gutierre de Carvajal y Vargas, obispo de Plasencia, que es a quien se debe el nombre popular de la Capilla.

La Capilla se adosó al lado norte de la antiquísima parroquia de San Andrés (siglo XII), para recibir los restos de San Isidro hasta que, en 1544, tras una pelea nada edificante entre los responsables de una y otra iglesia por las limosnas que generaban los sagrados restos, el arca que los contenía fue devuelta a San Andrés. En señal de repulsa por el traslado, los responsables de la Capilla tapiaron la puerta que comunicaba ambas iglesias y colocaron un maravilloso sepulcro del Obispo esculpido en alabastro por Francisco Giralte, quien es también autor del magnífico retablo que preside el altar y las puertas del templo.

Materializado, así, el divorcio entre la capilla del Obispo y San Andrés, quedó sin resolver el que los restos del Santo Patrón de Madrid tuvieran un sitio digno y adecuado para su veneración (y recogida de limosnas), ya que la parroquia, tal vez construida sobre una antigua mezquita, era pequeña y de pobre trazado. Por ello, allá por 1657, se empezó la construcción de la capilla de San Isidro, también adosada a San Andrés, pero en su lado sur, con lo que se constituyó un conjunto de tres iglesias consecutivas, aunque una de ellas incomunicada con las otras dos.
Por cierto, en el plano de Texeira, cuya edición es coetánea con la construcción de San Isidro, no aparece esta capilla tal vez porque los apuntes tomados por el autor fueron anteriores a su inicio.

Todo esto tiene su importancia porque cuando en 1936 San Andrés entró en combustión espontánea, como casual y simultáneamente le pasó también a otras muchas iglesias, monasterios y conventos de Madrid, el fuego consumió, no sólo San Andrés sino también la capilla de San Isidro, mientras que la Capilla del Obispo se salvó gracias a la pared y al sepulcro del Obispo, que levantaron la avaricia y el egoísmo en su día. ¡Bendita avaricia clerical que, sin pretenderlo, salvó de la quema una de las pocas joyas góticas de Madrid!

La consecuencia de todo ello es que, al acabar la Guerra Civil, la parroquia de San Andrés, mi parroquia, tuvo que refugiarse en la capilla del Obispo. En ella fui bautizado, y durante toda mi infancia la Capilla fue, para mí, San Andrés, gobernada por don Mariano, párroco muy querido por los feligreses.

Pasados los años, se fue recuperando poco a poco la capilla de San Isidro, ya que de San Andrés no quedó más que una torre con una ventana y una verja, vestigio de la entrada del pasadizo que unía la iglesia con el palacio de los Lasso de la Vega, donde residían con frecuencia los Reyes Católicos.
Cuando pudo recuperarse el culto en San Isidro, la Capilla del Obispo fue cerrada y así ha permanecido durante largos años, tristemente oculta a la admiración de propios y extraños, con excepción, que yo recuerde, de una exposición fotográfica sobre la restauración de La Piedad de Miguel Ángel y alguna representación teatral. Por fortuna acaba de reabrirse y ya puede ser admirada como se merece.

El pedernal es visible en dos zonas. La más accesible al observador es el zócalo de la fachada oeste, en la Costanilla de San Andrés, frente a la desaparecida casa de los Lasso. Ésta ubicación visible, lleva a pensar que el resto del zócalo oculto, también está compuesto con el mismo material.
Los restauradores de la Capilla han debido considerar que la argamasa que unía, hasta ahora, el pedernal era poco decorativa y han incorporado una llaga de notable altura que ha situado al pedernal en segundo término.
La segunda ubicación visible del pedernal son las paredes exteriores del ábside. Desde la calle, y con alguna dificultad, se puede ver por encima de la casa parroquial. Sin embargo, desde uno de los patios del Museo de Los Orígenes, se puede observar en todo su esplendor al exterior del ábside, en donde la reutilización del pedernal es mucha más vistosa y noble que la anterior.

1 comentario:

  1. ¡Qué buena y oportuna información!
    En cuanto a lo de la elegancia..., no es otra cosa sino mi voluntad de superar y dejar atrás todas las infamias que, por una y otra parte se perpetraron en aquellos años porque creo, como Kierkegaard, que "la vida sólo se comprende mirando hacia atrás, pero sólo puede ser vivida mirando hacia delante",

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