lunes, 10 de diciembre de 2012

Museo de los Orígenes

La ubicación en este edificio del Museo de los Orígenes ha revalorizado la importancia que ya tenía de antiguo por su propia historia, convirtiéndolo en una referencia obligada de cualquier madrileño que se precie.

El actual Museo de los Orígenes está ubicado en una de las zonas emblemáticas de Madrid, la colina de San Andrés, zona habitada desde tiempo inmemorial tal como lo han demostrado las prospecciones realizadas en el solar antes de su última reconstrucción.

La primera ocupación relevante, y mucho, del solar dataría del siglo XI o XII y correspondería a la familia Iván de Vargas, famoso patrón de San Isidro que le hacía de zahorí, pocero y labrador, eso sí, con diversas ayudas celestiales. La muy temprana devoción por el santo, seguramente daría prestancia a la casa, lo que ayudaría a su conservación y cuidado.

No es extraño que en el siglo XVI, una de las grandes familias de Madrid, la de los Lujanes, eligiera ese sitio para construir uno de sus palacios, o casas solariegas, con un trazado muy similar al actual, y por lo tanto, incorporando el pedernal que estaba siendo obtenido del desmontaje de la Puerta de Moros y sus alrededores.
A los pocos años, en 1561, en la casa palacio se albergó el Tribunal de la Nunciatura, momento inmortalizado por Texeira, hasta que en 1681 se trasladó a su ubicación actual en la calle del Nuncio. Al quedar vacío, el palacio fue adquirido por los condes de Paredes que lo tuvieron en propiedad hasta mediados del siglo XIX.

En los años posteriores, el edificio se fue arruinando poco a poco, pese a que la devoción popular siguió visitando y cuidando el famoso pozo del milagro, en el que San Isidro salvó a su hijo de morir ahogado al hacer subir las aguas hasta el brocal, así como una capilla que intentaba recordar el supuesto aposento de Isidro y su esposa, María Toribio.
El edificio ha sido sacado de la ruina a partir de 1990, gracias a una rehabilitación y una restauración admirable, permitiendo ubicar en él un museo, ejemplar en Madrid, tanto por los restos arqueológicos, colecciones, exposiciones, bibliotecas, etc., que exhibe, como por el conjunto de actividades de todo tipo que organiza, que permiten conocer la historia de Madrid que como puede verse existe.
Pieza importante de la restauración que he tachado de admirable es, sin duda, la conservación del pedernal que en su día utilizaron los arquitectos de los Lujanes y que ahora luce y reluce formando de alguna manera cuerpo con el más lejano del ábside de la Capilla del Obispo.  Los restauradores han dispuesto el pedernal en los cuarteles inferiores, dejándolo lucir con su propio volumen, mientras que los cuarteles superiores los han dejado vacíos, pero respetando la imagen típica de los edificios que le sirven de referencia.

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