lunes, 10 de diciembre de 2012

San Jerónimo el Real

He incluido San Jerónimo el Real entre las iglesias, por la única razón de que la iglesia es lo que ha quedado del anterior monasterio de los frailes jerónimos, si descontamos el tan traído y llevado claustro, ahora transfigurado, o Dios sabe qué, por el Cubo de Moneo.

A tal situación se había llegado gracias a la Guerra de la Independencia y a nuestros vecinos franceses, que dejaron el monasterio prácticamente en ruinas. Isabel II restauró la iglesia y el claustro, preservando el estilo gótico.
Pero lo realmente curioso es cómo llegó allí ese monasterio en el que, en 1528, el emperador Carlos convocó Cortes para jurar Príncipe de Asturias al futuro Felipe II. El monasterio llegó al prado, que luego se llamó “de los jerónimos”, gracias al traslado de uno anterior que había sido construido cerca del Manzanares, más o menos, en la zona de la actual Puerta de Hierro.

Este primer monasterio fue construido allá por 1460, con el nombre de Santa María del Paso y su historia no tiene desperdicio. Al parecer, Enrique IV quiso homenajear al duque de Armenach, embajador de Bretaña, que estaba de caza por los montes de El Pardo y decidió organizar cuatro días de justas variadas entre las que se incluían, por ejemplo: un torneo con diez caballeros por bando (casi un Madrid – Manchester); un juego de cañas; una montería; y, como cierre de los festejos, un “paso de armas”.

El paso de armas debía ser lo más de lo más por aquel entonces. La regla era sencilla: un caballero se erigía en “mantenedor” de un paso y lo defendía ante todo aquel que quisiera atravesarlo. Pues bien, en esta ocasión, fue don Beltrán de la Cueva, mayordomo del Rey, quien ejerció como mantenedor con un éxito absoluto, lo que complació tanto al Rey que decidió la construcción de un monasterio, con el nombre de Santa María del Paso, erigido en el mismo lugar donde justó don Beltrán.

Debe recordarse que éste no fue el mayor y más importante servicio que le prestó don Beltrán a Enrique IV “el Impotente”, si tenemos en cuenta que según las malas lenguas le dio nada menos que una hija: la popular Beltraneja.

Construido, pues, el monasterio del Paso en una zona cenagosa del Manzanares, poblada de mosquitos, los monjes jerónimos a los que se había encomendado su cuidado, se mostraron poco partidarios y, cuando pudieron, pidieron a los Reyes Católicos que lo trasladaran a un sitio más saludable. Al parecer lograron el permiso allá por 1503, para lo que eligieron un lugar extramuros de la villa de Madrid, en una elevación de su zona oriental, barrida por muy saludables aires, con abundancia de arroyos y manantiales que regaban ricas huertas y el gran prado que cubría su ladera de poniente.
Como consecuencia de lo anterior, a fines del siglo XV,  los Reyes Católicos ordenaron la construcción del nuevo monasterio de frailes jerónimos para lo que se aprovecharon parte de los materiales del monasterio del Paso. El nuevo monasterio se realizó en estilo gótico muy tardío, el llamado isabelino. Se dispuso, también, que debería servir de aposento a la familia real en sus estancias en la villa, dando lugar al posterior nacimiento de El Retiro.

Con tal historia no resulta fácil identificar el origen del pedernal que luce, y con qué lustre, en las fachadas de San Jerónimo. Pudiera ser que ya fuera utilizado en la construcción del monasterio del Paso, para luego ser trasladado al prado de los jerónimos, o tal vez, apareciera por vez primera en esta segunda construcción. Personalmente me inclino por esta segunda hipótesis por dos razones: la relativa larga distancia, para la época, entre la muralla y donde debió construirse el monasterio del Paso, y porque en 1460 la destrucción de la muralla era sólo incipiente.
El pedernal aparece en cuarteles de dos longitudes distintas, separados por una doble verdugada de ladrillo, de forma similar a la de otras muchas de las reutilizaciones.

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