martes, 11 de diciembre de 2012

La muralla de fuego: El pedernal

Junto a la inevitable argamasa y otros materiales, como la caliza o el granito, el elemento básico de la muralla de Madrid era, y es, el pedernal, el sílex.

Según los tratados de mineralogía, el pedernal es una variedad del cuarzo, compuesto por sílice microcristalina con muy pequeñas cantidades de agua y alúmina. Se trata de un material muy compacto, que rompe dando formas albeadas, lo que se conoce como fractura concoidea. Cuando se fractura por dos caras opuestas, se produce una arista que puede ser muy fina y resistente, cualidad que permitió a los hombres primitivos extraer de él lascas que servían para cortar gran cantidad de materiales. Es de color gris amarillento más o menos oscuro, lustroso como la cera y, en grosores pequeños, resulta translúcido. Es sinónimo coloquial de dureza, utilizado en frases hechas como aquella de tener un corazón de pedernal.

Pero aún queda otra característica casi mágica, como pudieron descubrir nuestros remotos antepasados y es que, herido por otros materiales duros produce chispas, lo que le convirtió en una de las opciones más sencillas de obtener el todopoderoso fuego.

Pues bien, la utilización del pedernal en la construcción de la muralla, bien lógica ya que como se ha dicho es un material compacto y muy duro que lo hace idóneo para defenderse de los presuntos invasores, se convirtió desde muy pronto en una seña de identidad de Madrid y, como intenta demostrar este blog, sigue formando parte de la identidad de este Madrid del siglo XXI.
En efecto, según López de Hoyos, existió un emblema de Madrid, anterior a 1200, en el que aparecía un trozo de pedernal medio sumergido en agua, con dos eslabones a los lados que hacían saltar chispas de él.

El emblema se completaba con la siguiente leyenda:

Fui sobre agua edificada,
mis muros de fuego son,
ésta es mi insignia y blasón

La razón de la primera frase de la leyenda requiere pocas explicaciones. Es una mera descripción del conocido hecho de que Madrid se fundara en una zona rica en aguas fluyentes y con abundantes manantiales. Su propio nombre árabe, Mayrit, significa “tierra rica en agua”. Por otra parte, el arroyo que fluía por la calle de Segovia hacia el Manzanares, parece que era llamado Matrice, que vuelve a confundirse con el nombre de Madrid. Total que lo del agua resulta evidente que es una de las causas de la fundación del asentamiento, por lo que su aparición en los primeros emblemas es obvia.

La segunda frase de la leyenda nos remite directamente al pedernal de la muralla, que debía ser el orgullo de los primeros madrileños, tanto árabes como cristianos, ya que puesta a prueba en distintos asedios resistió y los mantuvo a salvo. La justificación de los “muros de fuego” tiene dos versiones: la primera, más romántica, podría significar que la muralla de pedernal, al ser iluminada por el sol de poniente, desprendería destellos de color rojizo. Los que disfrutamos a diario de los atardeceres madrileños desde Las Vistillas, el Viaducto o los Jardines de Sabatini, entendemos muy bien esta versión, y nos imaginamos la visión desde el campo del Moro de una “muralla ardiente”, herida por los últimos rayos de sol (ver la entrada de El Alcázar y su Torre Dorada)

Sin embargo, es de temer que la segunda versión sea más acertada, ya que se refiere a la guerra, y ésta está más en la cabeza de los hombres que las visiones bucólicas. La cuestión sería que, al recibir flechazos y lanzadas, el pedernal de la muralla devolvería chispas para asombro de los asaltantes y orgullo de los madrileños, que convirtieron sus muros de fuego, junto al agua primigenia origen de toda vida y civilización, en parte de su lema.

Por cierto, ¿cómo no se le habrá ocurrido a nadie uno de esos cartelitos horteras para los coches, que diga algo así como?: Madrid, la ciudad de agua y fuego. Seguramente porque quienes crean tales engendros desconocen nuestra historia.
Es, precisamente, ese pedernal el que sirve de excusa e hilo conductor en este blog, ya que según la hipótesis que mantengo, mientras estuvo incorporado a la muralla sirvió para proporcionarle un gran valor defensivo y, al parecer, para dar color a la ciudad y, cuando la muralla se fue derruyendo, se recicló, al utilizarlo en la construcción de todo tipo de edificios.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por esta valiosa aportación. No he leído el Libro pero intentaré conocerlo en cuanto pueda

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