lunes, 10 de diciembre de 2012

Santa María de la Almudena

Estoy convencido de que muchas de las iglesias y muchos de los conventos ya desaparecidos recibieron en su momento el pedernal de la muralla. En concreto, y de acuerdo con el testimonio de algunos grabados que he podido conocer, seguramente lo lucían en sus fachadas, por ejemplo: la Iglesia de San Felipe, el Convento de la Merced o el de San Francisco de Paula. No encuentro lógico entrar aquí en su descripción, pero me parece obligado referirme  a la más emblemática e importante de las iglesias desaparecidas: Santa María de la Almudena. 

Santa María pudo ser una ermita citada ya en el año 38 de nuestra era, que habría pasado a ser la mezquita de la Almudena bajo la dominación árabe, y que, tras la conquista de Madrid por Alfonso VI, volvería a ser cristianizada y convertida de nuevo en iglesia. En cualquier caso, se configuró como la primera iglesia del pueblo, el lugar más venerado y visitado por los madrileños, más allá de sus escasos méritos arquitectónicos y monumentales.
Quiere la leyenda que en el año 1083 una niña, llamada María, informara al Cid Campeador sobre una tradición cristiana que había pasado de padres a hijos, según la cual, en el siglo VIII, los cristianos madrileños, ante la llegada de los árabes, habían escondido una imagen de la virgen en un silo de la muralla. El Cid no pudo iniciar la búsqueda ya que la ciudad estaba aún en manos musulmanas.

Dos años más tarde, la noticia le llegó al rey Alfonso tras la definitiva toma de Madrid, quien se dio de plazo hasta el día 11 de noviembre para que la imagen apareciera ya que, en caso contrario, con la determinación que corresponde a los grandes hombres, derribaría la muralla para encontrarla.

La joven pasó la noche en vela, rezando y a la mañana siguiente encabezó una procesión rogativa, en la que participaba el mismo Rey. En un determinado momento, tras escucharse un grito, se derrumbó un lienzo de la muralla y apareció la imagen de la Virgen, intacta y con las velas encendidas. La historia de este Jericó madrileño no está nada mal, para un pueblo sin agua y sin alcalde…
Desde su milagroso hallazgo, Santa María albergó la imagen de la Virgen, que pasó a ser la patrona de Madrid, desplazando a Santa Ana que lo había sido hasta entonces.

Remato esta leyenda recordando que los más entusiastas defienden que la primitiva estatua, la escondida y aparecida en la muralla, la trajo a Madrid San Calocero, discípulo del apóstol Santiago, al que acompañó en su venida a Hispania (según la leyenda, San Calocero habría cristianizado un anterior templo pagano dedicado a Júpiter). En cualquier caso, de la antigüedad de la imagen primitiva puede hablar el hecho de que la actual, creada en el siglo XVI, es muy similar a la que aparece en el arca de San Isidro, que fue pintada en el siglo XIII.

Con tan azarosa y larga historia, lo lógico es que un edificio que ha sido, presuntamente, templo pagano, ermita, mezquita e iglesia, y que encima ha estado situado en Madrid, sufriera diversas y continuas obras de mejora, peora y reestructuración, hasta que las obras de ampliación de las calles Mayor y Bailén se lo llevaran por delante, en el año 1868.
Texeira la representa sencilla y expedita por sus cuatro costados, aunque grabados e incluso fotos posteriores dan fe de la continua adición de capillas que la transformaron profundamente. Ahora nos han dejado a la vista algunos de sus cimientos, y han colocado una especie de jubilata de bronce, como eterno mirón de las obras, principal deporte madrileño que espero se incorpore a los Juegos Olímpicos a celebrar en Madrid en 2016, 2020, 2024, 2028...
Mi convencimiento es que en algunas de esas reformas, el templo recibió pedernal de la muralla, tal como parece adivinarse en la maqueta de León Gil Palacio. Muy en concreto, los textos se refieren a la capilla de Santa Ana diciendo que estaba “construida en buena piedra de sillería, a diferencia del templo, que era de ladrillo y cajas de mampostería”. Cinco a uno a que esa “buena piedra” de sillería no era otra cosa que el pedernal que rodeaba por todas partes a Santa María.

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